Pagar por ello se ha convertido en un acto generalizado y, aunque se trata de una actividad que va en contra de los términos de uso de la mayoría de las redes sociales.
02 enero 2019
¿Te sorprendería saber que la mitad de los seguidores de Justin Bieber y Lady Gaga son falsos? Y, lo más importante, ¿te importaría? Para la gran mayoría de los usuarios de redes sociales la respuesta es no.
La cantidad de personas y marcas que compran seguidores falsos en Internet está creciendo. Pagar por ello se ha convertido en un acto generalizado y, aunque se trata de una actividad que va en contra de los términos de uso de la mayoría de las redes sociales, estamos ante una práctica legal en la que incurren miles de usuarios. Para ello, se puede recurrir a los servicios de cualquier empresa española donde comprar seguidores de calidad.
A partir de ahí, la pregunta es recurrente: si tantas personas coleccionan seguidores falsos, ¿hay detrás algún beneficio?
El argumento que muchos despliegan para justificar la compra de seguidores falsos es que es algo que en realidad conduce a seguidores más orgánicos, como los que puede proporcionar un buen posicionamiento web gracias a una buena agencia seo Jaen. Esto se debe a que las cuentas con gran volumen de seguimiento son capaces de generar curiosidad por el contenido. Es decir, pueden servir de gancho para atraer a un mayor número de personas reales.
También existe la idea de que adquirir seguidores falsos no difiere mucho de comprar, digamos, rotulos comerciales bonitos para un negocio. Ambas tácticas de marketing se utilizan simplemente para crear audiencia. Por más sombría que pueda parecer la compra de seguidores falsos, la estrategia sigue siendo muy asequible. Ahora bien, cabe preguntarse cuáles son las consecuencias.
Desde celebridades hasta políticos. Todo el mundo necesita acumular un gran número de seguidores en un corto periodo de tiempo si la pretensión pasa por destacar en Internet. Por ejemplo, la influencia generada en Twitter puede alcanzar cotas determinantes, como el hecho de convertir a un político de base en una voz autorizada, o a un músico desconocido en una estrella mundial.
En YouTube el funcionamiento es similar, y es que comprar visitas falsas para impulsar la popularidad de un canal y acumular así un gran número de visualizaciones promueve que los internautas piensen que detrás de esas cifras se encuentran vídeos interesantes. Se trata, sobre todo, de una importante dosis de estímulo.
A medida que aumenta el número de seguidores, también aumenta la reputación del usuario. Aunque no por ello hay que descuidar aspectos clave como el hecho de hacerse con apariencias realmente atractivas proporcionadas por cualquier empresa diseño web.
Teniendo en cuenta que los seguidores falsos no interactúan con el contenido, su presencia no afecta a la relación que se mantiene con los seguidores reales.
A medida que el alcance orgánico disminuye en las redes sociales, resulta más práctico comprar seguidores antes que tratar de conquistarlos mediante un contenido atractivo. Al fin y al cabo, es fácil comprar miles de seguidores en poco tiempo a cambio de una reducida suma económica.
Aunque parece que no se suceden muchas reacciones en contra de este tipo de prácticas, lo cierto es que la autenticidad en las redes sociales sigue siendo una de las variables del éxito. La gente quiere saber quién está realmente detrás de un perfil o de una marca, por lo que resulta fundamental ganarse la confianza de la gente a través de la transparencia.
A medida que las reglas de las redes sociales continúen cambiando y el alcance orgánico siga disminuyendo, las empresas y personas influyentes que forman parte de este ámbito deberán pensar en nuevas formas de crear audiencias más grandes. Está claro que muchos harán lo que sea necesario para lograrlo.
Comprar seguidores falsos sigue siendo una práctica muy común para construir una audiencia en canales que cada vez cuentan con más dificultad para conseguirla. Pronto, esta puede ser una de las fórmulas más económicas a la hora de aumentar el seguimiento sin la necesidad de publicar anuncios.
En definitiva, el debate en torno a esta cuestión sigue abierto: si tantos usuarios siguen confiando en esta práctica, ¿existe algo realmente provechoso detrás de ella?